Supersexis, ¿será el frío o la conciencia?

El manido cliché que encierra y estereotipa a las personas siempre resultará odioso.
Pensar en todas las injusticias verbales para los negros, chinos, blancos, ecuatorianos, colombianos, europeos y gringos es terrible. La xenofobia crece con cada vocablo; cada frase que no se piensa hiere al débil y al que ha sido marcado por su pasado, pero esa es otra historia. Cuando se quiere entender el inicio de esos prejuicios puede ser que uno se encuentre con explicaciones más claras y con algo de lógica. Recuerdo el "Los europeos son fríos". "Las europeas son secas". Quizá sí, quizá no.
Llega el invierno. El paso se acelera por el frío. Todos caminan con las manos en los bolsillos, entumidas, dormidas y casi sin color, a excepción de quienes las sacan para sostener el bendito paraguas para evitar la lluvia sin fin. Los entiendo. Me dicen que no me queje, que el clima ha sido bastante benevolente por esta zona, pero me cuesta comprender. Este clima parece cortar la piel y la circulación. Camino en medio de la avenida y no veo sonrisas. Ni tampoco bronceados naturales si alguna vez lo tuvieron, sólo los provocados por las mágicas cremas autobronceadoras en pleno invierno. El cielo se despeja a veces pero ni así el sol me calienta.
Las chicas caminan con su vestimenta oscura, con diseños repetitivos de Zara en su mayoría, tapaditas con las botas sin mostrar ni el talón... Todos desfilan por la gran pasarela de la calle, sin voltear, a paso breve y sin sonreir. Como las excéntricas modelitos de TV. ¿Será que es por el frío? ¿Será que no entienden lo divertido de levantarse cada mañana? ¿Será que su trabajo es tan aburrido?
Nadie mira ni observa a nadie, sólo los escaparates y vitrinas son los privilegiados de sentir la pupila de un casi humano.
Me pregunto si creen que la seriedad los vuelve muy sexys, como los maniquíes humanos de Prada o de Gucci. Me pregunto si alguien, alguna vez, no les dijo que pueden enamorar a alguien sin saberlo con tan solo una sonrisa? Quizá eso no está en el plan.
Viene otro dilema, ¿será que esa terrible expresión repetitiva no es por el frío sino por la conciencia? La gente sale a caminar para olvidar, para reflexionar, repensar, preguntarse, juzgarse. Será que el dolor de sus procesos bélicos los ha marcado de manera tan distinta que ya es imposible perdonar y olvidar? Talvez huyen, de la conciencia, del horror, del pecado, del crimen, de ellos mismos. Allá, al otro lado del charco la cosa también va mal, ya no sé si peor. Ahora en estas calles veo menos hambre, menos desigualdades, más asequibilidad, más compras, más moda, pero también menos alegrías, menos música, menos baile, menos color, menos tiempo, menos besos, menos abrazos y menos sonrisas.
Prefiero creer que no es el dolor. Me daría más pena. Supongo que se sienten más sexys, más
fuertes, más opresores, listos para la lucha, para gritar y juzgar. Con la mirada fija en algún punto de en frente, con la sonrisa guardada para las fotos familiares y con el paso listo para inscribirse en algún casting para ser modelito de Valentino o Armani. Qué sexy!