Cristina Rodas, el teatro como fuente de vida
Por: María José Troya C.
Fotografías: Boris Andrade.
Tiene una energía vital que se percibe fácilmente en sus gestos. A la distancia, la veo caminar rápidamente para llegar a la sala de El Teatro, en Quito, para la entrevista. Se sienta, se acomoda y casi de inmediato, empezamos una conversación amena, llena de anécdotas, de risas y de reflexión frente al actividad teatral que vive el Ecuador.
Hace cuentas mentalmente y dice que son ya 30 años, aproximadamente, de hacer teatro aunque hizo una pausa de 10 años para dedicarse de lleno al periodismo. Ha actuado en más de 20 obras y ha producido más de 50.
Su rostro mantiene una chispa juvenil que se delata en su mirada y una risa sumamente contagiosa cuando recuerda las peripecias que ella, junto a sus amigos artistas, ha tenido que vivir para mantenerse en el oficio.
Después de tantos años de hacer teatro, ¿qué lección artística y personal has aprendido?
¡Son tantas y diarias! Pero creo que lo más importante es saber que si se quiere vivir de esta actividad es difícil, pero se puede intentar. En Ecuador, hay que recurrir a un teatro que al público le gusta y que no necesariamente es el que más me gusta a mi. Los ecuatorianos están exageradamente ávidos de comedia y como artistas que somos queremos probar más cosas. Me encanta el drama y me veo limitada: en el drama no hay público, por ende no se cubre los costos y entonces te endeudas... Pero hay más lecciones: no hacer una obra si no se tiene “lista la producción” porque aquí no se vive de la taquilla. Aprendí también que las obras que me encantan o que idealizo, no debo hacerlas porque es una decepción.
Entonces, en tu carrera no tienes la satisfacción al 100%...
No. Pero si la tuviera talvez sería muy plano y aburrido. En El Teatro soy productora y actriz. La faceta de actriz me satisface, pero incluso no en todos los personajes; hay algunos que te dejan un sabor amargo, una sensación de que pude haberlo hecho mejor...
¿Cuál por ejemplo?
(Piensa y sonríe, como si fuera a relatar una infidencia) Creo que me pasa más a nivel de obras. Por ejemplo, con El Método Grönholm que se la va a volver a hacer. Con ella tengo la ilusión de volver a vivir mi personaje porque creo que le ponía demasiada tensión. Ahora, quiero hacerlo con más experiencia, con mucha seguridad y cambiando en algo su matiz.
Hay algo que parece recurrente en todas las décadas en este país: los artistas se quejan de que no hay el suficiente apoyo, ¿qué es lo que pasa a tu criterio? ¿La situación sigue igual?
Yo no diría que sigue igual sino peor. Hay más actores eso sí, pero recuerdo en la época en la que yo empezaba -no recuerdo los gobiernos que estaban de turno- pero había algunas políticas de apoyo. Entre esas una en que las empresas privadas recibían la exención del IVA si apoyaban eventos culturales y eso nos permitía acudir a ellos. Ahora la empresa privada no apoya en nada y se concentra solo en la actividad deportiva o en el espectáculo. Debería haber incentivos para que ellos puedan auspiciar. En a nivel estatal, tampoco. El teatro tiene una orfandad terrible. Es verdad que este gobierno ha dado apoyo al cine, pero resulta curioso porque con el presupuesto que dan a una película nosotros podríamos hacer un año obras de teatro. Pero para nosotros es casi nulo. Se participa en ciertos concursos, pero es poco. No hay a quien recurrir.
¡Suena dramático!
Lo es. En mi caso, es una fortuna que ya exista la sala. Y ese es un ejemplo de apoyo de la empresa privada, pero luego viene el tema de la producción. Se hace autogestión, se busca obras cortas de máximo tres o cuatro actores porque de seis ya es un fracaso económico. Es muy triste.
Y ¿con qué lidias a diario?
Con la autogestión para las producciones porque sino, ¿cómo se hace para pagar actores, derechos de autor, etc.? Y aún así elijo obras que puedan funcionar y que sigan siendo artísticas. Mi día es buscar los derechos, conformar elencos y buscar recursos. Y lo que me frustra es no poder viajar. Casualmente a donde más hemos ido es a Ambato. Había un empresario que era una fanático del teatro y nos llevaba: ¡¡era maravilloso!!. Es lindo recorrer el país, pero viajamos muy poco.
¿Cómo eliges tu elenco?
Trato de trabajar con la misma gente, con la que me entiendo, con la que se que es cumplida, puntual, ¡con aquellos que se aprenden los textos! (risas)
Cristina, de cerca: está casada y tiene dos hijos, María José de 21 años y Matías de 12. Ambos tienen su vena artística. Ella es cantante y actriz y Matías va a los ensayos para ayudarla en todo.
Lo más duro del trabajo artístico: tiene que ver con el ego; hay que ubicarlo siempre y eso a veces es duro. No hay que permitir que la vanidad guíe tus actos ni tomar decisiones por el “yo”.
Libro de cabecera: muchas obras de teatro y el Libro Tibetano de la Vida y de la Muerte.
Volverías a la televisión: ¡claro! No se si me llamarían a estas alturas (risas) pero claro que sí.
Seguimos conversando, casi una hora más entre carcajadas y anécdotas mientras la sesión de fotos inicia y ella posa despreocupada, con sencillez, sabiendo que no hay “drama que por bien no venga…”
Fotografías: Boris Andrade.
Tiene una energía vital que se percibe fácilmente en sus gestos. A la distancia, la veo caminar rápidamente para llegar a la sala de El Teatro, en Quito, para la entrevista. Se sienta, se acomoda y casi de inmediato, empezamos una conversación amena, llena de anécdotas, de risas y de reflexión frente al actividad teatral que vive el Ecuador.
Hace cuentas mentalmente y dice que son ya 30 años, aproximadamente, de hacer teatro aunque hizo una pausa de 10 años para dedicarse de lleno al periodismo. Ha actuado en más de 20 obras y ha producido más de 50.
Su rostro mantiene una chispa juvenil que se delata en su mirada y una risa sumamente contagiosa cuando recuerda las peripecias que ella, junto a sus amigos artistas, ha tenido que vivir para mantenerse en el oficio.
Después de tantos años de hacer teatro, ¿qué lección artística y personal has aprendido?
¡Son tantas y diarias! Pero creo que lo más importante es saber que si se quiere vivir de esta actividad es difícil, pero se puede intentar. En Ecuador, hay que recurrir a un teatro que al público le gusta y que no necesariamente es el que más me gusta a mi. Los ecuatorianos están exageradamente ávidos de comedia y como artistas que somos queremos probar más cosas. Me encanta el drama y me veo limitada: en el drama no hay público, por ende no se cubre los costos y entonces te endeudas... Pero hay más lecciones: no hacer una obra si no se tiene “lista la producción” porque aquí no se vive de la taquilla. Aprendí también que las obras que me encantan o que idealizo, no debo hacerlas porque es una decepción.
Entonces, en tu carrera no tienes la satisfacción al 100%...
No. Pero si la tuviera talvez sería muy plano y aburrido. En El Teatro soy productora y actriz. La faceta de actriz me satisface, pero incluso no en todos los personajes; hay algunos que te dejan un sabor amargo, una sensación de que pude haberlo hecho mejor...
¿Cuál por ejemplo?
(Piensa y sonríe, como si fuera a relatar una infidencia) Creo que me pasa más a nivel de obras. Por ejemplo, con El Método Grönholm que se la va a volver a hacer. Con ella tengo la ilusión de volver a vivir mi personaje porque creo que le ponía demasiada tensión. Ahora, quiero hacerlo con más experiencia, con mucha seguridad y cambiando en algo su matiz.
Hay algo que parece recurrente en todas las décadas en este país: los artistas se quejan de que no hay el suficiente apoyo, ¿qué es lo que pasa a tu criterio? ¿La situación sigue igual?
Yo no diría que sigue igual sino peor. Hay más actores eso sí, pero recuerdo en la época en la que yo empezaba -no recuerdo los gobiernos que estaban de turno- pero había algunas políticas de apoyo. Entre esas una en que las empresas privadas recibían la exención del IVA si apoyaban eventos culturales y eso nos permitía acudir a ellos. Ahora la empresa privada no apoya en nada y se concentra solo en la actividad deportiva o en el espectáculo. Debería haber incentivos para que ellos puedan auspiciar. En a nivel estatal, tampoco. El teatro tiene una orfandad terrible. Es verdad que este gobierno ha dado apoyo al cine, pero resulta curioso porque con el presupuesto que dan a una película nosotros podríamos hacer un año obras de teatro. Pero para nosotros es casi nulo. Se participa en ciertos concursos, pero es poco. No hay a quien recurrir.
¡Suena dramático!
Lo es. En mi caso, es una fortuna que ya exista la sala. Y ese es un ejemplo de apoyo de la empresa privada, pero luego viene el tema de la producción. Se hace autogestión, se busca obras cortas de máximo tres o cuatro actores porque de seis ya es un fracaso económico. Es muy triste.
Y ¿con qué lidias a diario?
Con la autogestión para las producciones porque sino, ¿cómo se hace para pagar actores, derechos de autor, etc.? Y aún así elijo obras que puedan funcionar y que sigan siendo artísticas. Mi día es buscar los derechos, conformar elencos y buscar recursos. Y lo que me frustra es no poder viajar. Casualmente a donde más hemos ido es a Ambato. Había un empresario que era una fanático del teatro y nos llevaba: ¡¡era maravilloso!!. Es lindo recorrer el país, pero viajamos muy poco.
¿Cómo eliges tu elenco?
Trato de trabajar con la misma gente, con la que me entiendo, con la que se que es cumplida, puntual, ¡con aquellos que se aprenden los textos! (risas)
Cristina, de cerca: está casada y tiene dos hijos, María José de 21 años y Matías de 12. Ambos tienen su vena artística. Ella es cantante y actriz y Matías va a los ensayos para ayudarla en todo.
Lo más duro del trabajo artístico: tiene que ver con el ego; hay que ubicarlo siempre y eso a veces es duro. No hay que permitir que la vanidad guíe tus actos ni tomar decisiones por el “yo”.
Libro de cabecera: muchas obras de teatro y el Libro Tibetano de la Vida y de la Muerte.
Volverías a la televisión: ¡claro! No se si me llamarían a estas alturas (risas) pero claro que sí.
Seguimos conversando, casi una hora más entre carcajadas y anécdotas mientras la sesión de fotos inicia y ella posa despreocupada, con sencillez, sabiendo que no hay “drama que por bien no venga…”
Comentarios