Silvana Di Mella, sueños que se hacen realidad

Su vida no es la misma desde hace un año. Sus días empiezan, en su mayoría, a las cuatro o cinco de la mañana; hora en la que se prepara para ir a las diferentes reuniones o entrevistas en medios de comunicación para difundir su campaña.


Aún no ha acabado su reinado, pero a diario hace un análisis sobre su gestión y planifica, en detalle, todo lo que falta por hacer. En ese análisis también encuentra muchas satisfacciones: ha encendido la reflexión social frente al tema del acoso escolar en todos los niveles. Nunca antes se lo había trabajado de una manera tan fuerte; es su mérito.
Su campaña El bullying, un drama que crece en silencio, más allá de ser parte de sus obligaciones diarias, es el motivo que la mantiene activa en decenas de colegios y escuelas en Quito. Sin embargo, la obra social es desde hace muchos años su motor e incentivo. Desde niña, y durante su adolescencia, su involucramiento con el trabajo con comunidades y grupos de escasos recursos fue notable. Sus padres le inculcaron que era parte de su deber con la sociedad y ella afirma que siempre lo ha hecho con amor.
Algo anecdótico, para quienes no la conocen, es que Silu, como la llaman de cariño sus amigos más cercanos, jamás estuvo interesada en los concursos de belleza: no fue estrellita de navidad, ni quiteña bonita, ni modelo de pasarela o reina del colegio; para ella eran simples banalidades que no encontraban un propósito real. De ahí es que nació su interés por participar para Reina de Quito: la obra social es fundamental. Lo hizo por convicción y con un genuino compromiso.
Para la entrevista con VAMOS, Silvana llegó a tiempo. Vestida con ropa casual y sin maquillaje evidenciando su belleza natural. A pesar de que aún era muy temprano en la mañana, su ánimo estaba a mil por hora: radiante, sonriente y sin despegarse ni un solo minuto de su celular: coordinaba varias actividades en su agenda para la semana: visitas, charlas en colegios, reuniones en
la fundación…


Su madre la acompañó todo el tiempo. Silvana dice que siempre ha sido así, ella es su compañera y su apoyo. La complicidad que tienen es notoria, se ríen juntas, conversan y opinan sobre la producción aceptando las propuesta de la revista. Silvana es sencilla y descomplicada. Se deja llevar sin temor, aunque admite que lo suyo no son las cámaras. Y es que antes de este año tan intenso, Silu trabajaba en la empresa de su padre en el departamento de Recursos Humanos. Se graduó de Carleton University en Ottawa, Canadá, en Psicología Industrial y puso en práctica los conocimientos adquiridos. Sin embargo, fue su mismo papá quien la motivó a participar en este certamen. “Me dijo que iba a ser una de las experiencias más gratificantes de mi vida. Que era un trabajo más allá de lo que se podría ver a simple vista…
y así ha sido.”
La campaña para detener el bullying (acoso escolar) ha sido una de las más mediáticas y representativas de los últimos años. Su impacto habla de un trabajo coherente, fuerte y muy bien estudiado. La problemática, que no es nueva en ningún nivel socioeconómico, ha logrado que tanto los estudiantes, víctimas y victimarios, padres de familia y maestros se integren para entender las causas y las graves consecuencias sociales y personales que conlleva. Silvana ha sabido involucrarse de manera adecuada: escuchando, guiando y dando alivio a quienes han sufrido por este comportamiento. Aparte de esta labor, ella junto a varias exreinas de la capital trabajan con la fundación con los niños que sufren Síndrome de Down y con otros proyectos paralelos en pro de la sociedad.
“No es fácil oír todas las historias de dolor que hay detrás. Talvez por mis estudios en psicología he podido manejar de mejor manera las emociones cuando estoy frente a los niños y sus familias. Pero cuando llego a la casa, siento un malestar que me agobia, porque no logro entender la tristeza que tantas familias pasan con historias tan desgarradoras todos los días… es duro y eso me motiva a trabajar más”. Tiene tiempo de sobra por delante: acaba de cumplir 25 años y todas las ganas de seguir ayudando.
Durante la sesión de fotos, en varias locaciones públicas de Quito, los transeúntes no dejaron de alabar su belleza. Silbidos, piropos y besos volados fueron respondidos siempre con una sonrisa sin dejar de mantener el ritmo para las fotografías. De repente, un niño de seis años se le acerca para pedir un autógrafo.
La reconoció inmediatamente:
“es la reina que fue a mi colegio para hablar del bullying”.
Ella se aproxima con emoción, se abrazan y él le cuenta, con una vocecita propia de su edad, que antes era maltratado por sus compañeros: lo humillaban por su color de piel. Luego, le dice que después de las charlas, su vida en el colegio es bastante mejor: tiene amigos. Son esos, los logros diarios, los que hablan de la fortaleza de su labor. Se abrazan nuevamente y se despiden, ambos con una sonrisa de satisfacción.



¿Por qué el reinado es indispensable para ayudar?
"Porque no es un reinado convencional. No se trata de la exposición pública ni de un protagonismo personal. Es una labor social intensa con la que definitivamente se abren puertas para realizar un trabajo por la gente que más lo necesita. La Fundación Reina de Quito siempre se ha destacado por su labor y yo creo que si hay las herramientas, se debe utilizarlas en favor de
quienes, por alguna razón, tienen más necesidades".

Sus sueños de verano…

Un amor de verano: ¡Nunca he tenido uno! (risas)
Las vacaciones que recuerdas con más nostalgia: Talvez tenía unos 15 años, y fuimos con toda mi familia a Pontelandolfo, la ciudad natal de mi abuelo. El paisaje es de ensueño, todo en piedra con ese aire romántico y rústico propio de Italia, fue una de las vacaciones más especiales…
Un lugar que sueñas con conocer: Grecia, definitivamente.
Las vacaciones ideales son: aquellas que tienen playa, mar, sol. Me encanta el clima caliente, los paisajes marinos son los que me inspiran.

Fotografías: Jaime Pavón Avilés.
Locación: Quito.
Maquillaje: Karen Villamar.

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