Tommy Hilfiger: los clásicos se reinventan con Rock&Roll

La marca más insigne de Estados Unidos nació bajo una fuerte inspiración roquera de los años setenta. Un joven neoyorquino fue el responsable de que el estilo casual fuera la bandera fashion que abrazaría a la generación más relajada y a la vez cool de la historia de la moda…



Ser un mal alumno en la escuela parecería ser, para muchos hombres exitosos, el vaticinio de una vida llena de fama y fortuna. En ese grupo de rebeldes sin interés académico también estuvo incluido Tommy Hilfiger. Quien sería años más tarde dueño de un imperio de la moda, nació en el pequeño pueblo de Elmira, Nueva York. Sus años de adolescencia estuvieron llenos moda, negocios y buen rock.
Eran los años setenta y la escena musical del mundo alcanzaba un clímax inigualable. Mientras The Kinks, The Who, Led Zeppelin, los Rolling Stones y Los Beatles hacían de las suyas en los escenarios, el joven Tommy aún no salía del colegio, pero ya era dueño de un negocio. Junto con un amigo, se asoció para abrir una tienda de ropa todos los días a partir de las tres de la tarde: el People’s Place.
Un pequeño local que más que una boutique parecía un gran armario oscuro y muy íntimo. Ciento cincuenta dólares fueron suficientes para hacer ese sueño realidad. La tienda pintada de negro y la ropa ecléctica eran toda una revelación para la época y para el pueblo de Elmira. Ahí se vendían prendas con un aire bohemio, excéntrico y de vanguardia para los fashionistas más arriesgados, junto con discos de sus bandas favoritas, pipas e inciensos; era el underground de moda por excelencia. Hilfiger compraba todo en diversas tiendas de Nueva York para revenderlos en este local que fue un éxito en popularidad a finales de los ochenta. Y como para no desentonar con su propuesta estética, Tommy utilizaba cabello largo, jeans de bota ancha y camisetas estridentes que marcarían una tendencia en la ciudad.
Entre las anécdotas que marcarían su carrera está cuando, después de que los prohibieron usar en los colegios…
¡Ahí se dio cuenta de que iba por el camino correcto! Sin embargo, su juventud y el afán de conquistarlo todo fue parte de su primer fracaso. En sus constantes viajes a Nueva York, era inevitable que Hilfiger se enamorara de esa vida llena de moda, fiestas y rock&roll. Siempre pensaba que habían colecciones que podían haber sido mejor diseñadas y él quería ser parte de esa propuesta… pero mientras soñaba y festejaba, descuidó su negocio y el People’s Place se fue a la quiebra. Un gran golpe a sus 25 años que le hizo reflexionar sobre el compromiso que necesitaba para emprender algo más grande.
En casa, Tommy era el segundo de ocho hermanos. Fue tal vez eso lo que le hizo saber que siempre tendría que hacer algo extra para destacarse de los demás. Así que sin perder tiempo, empezó a trabajar en la casa de moda Jordache, luego vendría Bonjour Jeans y su gran trampolín, Calvin Klein.

Pero el sueño de ser un diseñador independiente no se había extinguido: fue entonces cuando en 1984 cuando el reconocido empresario indio Mohan Murjani lo convenció de crear su propia marca. El nombre de Tommy Hilfiger definiría la escena urbana de la década de los noventa.
Y desde ahí es que a este pionero de la moda textil se le deba gran parte del armario más clásico y relajado que inundó los clósets de todo el mundo. Camisas a raya, pantalones, vestidos y sweaters: los clásicos se reinventaron en tallas extra grandes. La nueva tendencia fue un boom imparable y con la novedad de que cada prenda llevaría las iniciales de su nombre (infaltables hasta el día de hoy) con los colores que destacan de su marca: azul, rojo y blanco. El ícono estadounidense por excelencia había nacido. Pronto sus exjefes y colegas pasaron a ser sus competidores, que no pudieron igualar su éxito porque las grandes estrellas del rap y del cine estaban empoderados con la TH de la marca en su pecho.

Un giro en el negocio
Tommy Hilfiger y sus prendas se convirtieron rápidamente en un fenómeno. Sin embargo, esta vez no se quedó dormido en los laureles cuando vio que otros competidores siguieron
sus pasos: en la diversificación encontró otra conquista. Cuando todos iban por su camino labrado de tallas grandes y con la marca visible, Hilfiger decidió volver a los clásicos y darles más color. La sobriedad llegó y supo, inteligentemente, darle una dosis de exclusividad sin que esto significara un lujo inalcanzable para el comprador. Con esto se garantizó la creación de un imperio versátil y multimillonario en donde todos tuvieran algo que elegir: color, tendencias, variedad, relojes, perfumes, líneas, comodidad y la locura habitual de cada desfile en donde la música es el elemento imprescindible de su propuesta. No es coincidencia que David Bowie e Iman hayan sido imagen de la marca.

A pesar que desde hace algunos años la empresa fue vendida (varios compradores desde 1989 y en 2010 a Phillips-Van Heusen), Hilfiger se ha mantenido frente al timón de los diseños para ser fiel al verdadero espíritu de la marca: juventud con mucha elegancia. Tommy, más allá de ser una gran marca, es el nombre de un personaje icónico que ha sabido adaptarse y cambiar para satisfacer a sus seguidores. Y eso solo se logra
con libertad, una huella implícita en sus creaciones.

La esencia de un viaje por EE.UU.
Fue el aroma que identificó a los jóvenes en una travesía llena de estilo desde 1994. Tommy Hilfiger llegó a ser una de las fragancias más vendidas de la historia en su versión para hombre y mujer.

Las camisas de líneas y sweaters con logos en tallas extra grandes fueron su aporte al mundo de la moda.

La locura de los jeans desgastados
No fue una coincidencia, fue una visión: Tommy sabía que para triunfar en el mundo de la moda había que alejarse del status quo. Fue así como creó los jeans desgastados y manchados: el furor de los años noventa.

En este lugar, Tommy Hilfiger dio rienda suelta a su estilo. Fue donde nació una de las grandes leyendas de la moda.

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