Carnívoros por excelencia

Deborah tiene un nombre y un vestido sugestivo. Visita cada semana al psicólogo aunque no tiene enfermedad ni angustia alguna, tal vez sólo un par de cuentas por pagar con las que él colabora a cambio de otro servicio, menos profesional. Así también nuestra niña deleita con su visita al ginecólogo y al ejecutivo, al primero para que controle con eficacia su ritmo hormonal y al segundo para que la siga llamando a ella, en exclusivo.
Deborah tiene un novio adinerado que complace varios de sus caprichos, con sólo hacer un pucherito de ruego, y unos padres de clase media baja que aún le dan el desayuno y las bendiciones para que le vaya bien en las clases de la universidad.
Todas las mañanas se esmera en su maquillaje, se pinta mucho aunque trata de parecer natural, toma baños largos y se perfuma hasta el alma, nunca sabe quién ni cuando la van a llamar.
Recoge su mochila que está llena de libros nuevos y cuadernos sin escribir y en una de sus mejores actuaciones del día, sale como si tuviera apuro por llegar .. a algún lugar.
Su novio, como ella insiste en llamar al obsceno treintón de magnífico coche rojo, la recoge por las mañanas para su rutina amorosa y luego la deja cerca de la estación de bus para que vaya, de nuevo, a la universidad. Ella, muy aplicada a lo que le corresponde, toma un taxi y se dirigirá a la central de anuncios para ver cómo va su clasificado de quinceañera ardiente.
Tiene 19 años en realidad, pero cree firmemente que el éxito de las personas radica en la seguridad que brindan frente a los demás, es por eso que sabe con astucia que la vanidad y falsa superioridad de los hombres está medida sobre el parámetro de la diferencia de edad sobre su pareja.
Deborah es inteligente, de alguna extraña manera logra pasar los exámenes de cada trimestre sin casi haber asistido. Sus compañeras la envidian y sus compañeritos la desean, los profesores la complacen con las notas y las maestras dudan, pero no aciertan.
Deborah cree en Dios, a su manera como bien dice, aunque pertenece al alto índice de jóvenes prostitutas. Ella reza todos los días para no caer en desgracia y para que el dinero le alcance todo el mes.
Deborah hace sacrificios igual que sus clientes, ya ha empezado la cuaresma y ha prometido no comer carne como sacrificio, al menos en casa.

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